¿48 Minutos vs. 8 Horas? La Cruda Realidad de la Productividad en la Construcción’


Si trabajas de manera eficaz por 48 minutos en el sector AEC (Arquitectura, Ingeniería y Construcción), puedes resultar tan productivo como quienes cumplen con las 8 horas reglamentarias (lamentablemente).
Si trabajas en el sector AEC, considera esto: si dedicas 4.5 horas de tu jornada a actividades como tomar café, revisar redes sociales y conversar con compañeros, podrías estar generando el mismo valor que aquellos que pasan todo el día “trabajando” y asistiendo a reuniones durante toda la jornada laboral. En la construcción, el 57% de las actividades que realizamos terminan siendo consideradas desperdicio (Lean Construction Institute ver ilustración 1).
A diferencia de otras industrias como la manufactura, el petróleo o las telecomunicaciones, en el sector de la construcción enfrentamos una productividad significativamente baja. Nuestros flujos de valor están llenos de desperdicios. Nuestro modelo tradicional de producción, conocido como el Modelo de Transformación, se basa en la entrada de recursos, una transformación y la entrega de un producto (tangible o intangible) con valor agregado. Sin embargo, este modelo no contempla todas las variables que realmente afectan nuestros flujos de trabajo, actuando como una caja negra que simplifica excesivamente nuestra realidad.
Es aquí donde el modelo de producción ‘Transformación-Flujo-Valor’ de Koskela resulta revelador. Este enfoque nos desafía a pensar, planificar, controlar y construir proyectos de manera diferente, abriendo los ojos a nuevas posibilidades y mejores prácticas en nuestra industria.
Desde mi perspectiva, aunque es un problema complejo y extenso que ha sido estudiado por académicos durante décadas, en este escrito propongo discutir dos de sus aristas principales:
- En arquitectura e ingeniería (especialmente en ingeniería), se nos enseña a plantear rápidamente una necesidad y a comenzar a desarrollar una solución cuanto antes.
- Si no tenemos claridad sobre las condiciones de satisfacción de nuestros entregables, no estamos trabajando. Solo estamos “haciendo” como si trabajáramos.
A qué me refiero en cada punto.
En el primer caso, destaco el apresurado salto hacia la búsqueda de soluciones. Comenzamos la acción sin comprender completamente el problema, lo que Alejandro Gaviria denomina ‘la acción irreflexiva’. Esto nos lleva a desarrollar diseños y soluciones que no satisfacen una necesidad real, ya sea explícita o latente, de un cliente. Terminamos alimentando ciclos de despilfarro y reprocesos. Sentimos la necesidad de estar ocupados todo el tiempo, y nuestros jefes también. Estamos condicionados para buscar la optimización, la eficiencia y la mejora continua, como si de ello dependiera nuestro trabajo.
Y la realidad es que sí. Muchas veces nuestro trabajo se mide con indicadores de eficiencia, es decir, la obtención del máximo beneficio para la sociedad con un número limitado de recursos. Intrínsecamente, estos indicadores no son malos, pero se nos olvida dedicar tiempo a pensar. ¡Debemos pensar! No es solo trabajar, aunque la disciplina y ética laboral son valiosas, debemos priorizar el pensamiento crítico. Recordemos que la ecuación de productividad no solo equivale a eficiencia. También incluye la eficacia: hacer las cosas que se deben hacer, con alto valor, sin improvisación, reprocesos ni desperdicios.
Un antídoto de alto impacto y bajo costo para identificar el desperdicio en nuestros flujos es el pensamiento Lean. Este enfoque proporciona un método para hacer más con menos (Womack, James P.; Jones, Daniel, 2000). Un ejemplo histórico relevante es el de Toyota, que, en la segunda mitad del siglo pasado, en medio de una recesión económica y restricciones comerciales tras la II Guerra Mundial, lograba resultados fantásticos a nivel mundial. Allí, casi todo lo que se hacía dentro de las fábricas generaba valor, y el desperdicio se consideraba el mayor enemigo que podían enfrentar.
Toyota identificó siete tipos de desperdicios, a los que Womack y Jones añadieron uno más. Podremos dar ejemplos de cada uno en una próxima oportunidad, pero sus nombres son bastante explícitos. ¿Cuáles de estos desperdicios identificas en tu jornada laboral? ¿Y qué decir sobre la presencialidad al 100% después de la pandemia?
🛎️ (Para profundizar en las diferencias entre Eficacia y Eficiencia, recomiendo escuchar el fragmento del podcast de Atemporal y 13% con Mauricio Rodríguez, disponible en el siguiente enlace. Es una tarea que asigno a todos nuestros nuevos empleados. También lo escucho cada tanto.)
Respecto a la segunda arista, sobre las condiciones de satisfacción, quiero enfatizar lo siguiente: si estás trabajando para alguien más, necesitas preguntarle qué quiere, cuándo lo quiere, cómo lo quiere y cómo va a usar tu entregable. Si no tienes un cliente claro, DETENTE. No estás haciendo ningún trabajo real.
Si no conocemos claramente el requerimiento de nuestro jefe, colega o cliente, pasaremos de reproceso en reproceso, trabajando hasta tarde, llenos de estrés y ansiedad, sintiéndonos impostores y con relaciones laborales deterioradas. Estaríamos corriendo una maratón en la calle, pero encima de una caminadora.
¿Cuántas veces has trabajado hasta tarde haciendo informes para que tu jefe los tenga a primera hora en su correo, solo para que los revise días después? ¿Cuántas veces te has esmerado en hacer un informe detallado cuando lo que se necesitaba era un resumen ejecutivo en formato de diapositiva? ¿Cuántas veces hemos iterado sobre diseños solo para descubrir que el presupuesto excede el máximo disponible por el cliente y hemos tenido que recortar el alcance luego de meses de trabajo? ¿Cuántas veces no has creado planos de detalle y modelos LOD 350, para descubrir que no era lo que el cliente quería?
En resumen, aunque sentimos que nuestro trabajo frente al computador, reuniones en Teams o la creación de entregables generan valor, la dura realidad es que debemos esforzarnos intensamente por identificar y definir claramente el valor a entregar antes de comenzar a trabajar. Solo así podremos eliminar los desperdicios, tratándolos como nuestros peores enemigos. De esta manera, quizás logremos dedicar el 60% de nuestro día a actividades de alto impacto en nuestro trabajo, y así recuperemos tiempo para nuestras vidas.